El té verde, obtenido de la planta Camellia sinensis, ofrece numerosos beneficios para el ser humano y, entre ellos, nos ayuda a tener una piel más bella y saludable. Entre sus propiedades destaca el hecho de ser un magnífico antioxidante por su alto contenido en polifenoles, mayoritariamente catequinas.
De estas catequinas, las principales del té verde son las epigalocatequinas galate o EGCG, que también actúan como agentes antiinflamatorios y anticancerosos. Por si esto fuera poco, hay estudios científicos que avalan la eficacia del té verde a la hora de prevenir el fotoenvejecimiento, con lo que también nos protege la piel de los efectos adversos de los rayos ultravioleta.
Como ya sabréis, soy una auténtica fanática de los productos naturales con propiedades cosméticas, por eso me gusta tanto el té verde, no sólo aplicado directamente sobre la piel, sino también bebido como infusión. ¡Ya sabéis que la belleza empieza por dentro! Me gusta por su alto contenido en antioxidantes y vitaminas que ayudan a neutralizar los radicales libres previniendo el envejecimiento prematuro y la aparición temprana de arrugas.
Sí, soy muy de «potingues» caseros, pero también me gusta combinarlos con cosméticos ya elaborados y con alto porcentaje de ingredientes naturales. ¿Imagináis combinar las propiedades antioxidantes del té verde con las de los polifenoles de la uva? Pues eso es lo que estoy experimentando últimamente, realizando una mascarilla de té verde y miel totalmente casera que aplico una vez a la semana. Para la rutina diaria, utilizo el exfoliante facial ESDOR, que contiene pequeños fragmentos de pepita de uva y oliva. ¡Así mi piel se mantiene joven y resplandeciente!
A la hora de cuidarme desde dentro, opto por infusiones de té verde muchas tardes de invierno, y por una copita de buen vino si hay algo que celebrar. ¡Así nunca me falta un buen sorbito rico en polifenoles!